20.9.12

EL MUCHACHO DE TRECE AÑOS


Fragmento extraído del diario
Retrato de un artista en 1956
de Jaime Gil de Biedma


El chiquillo que se ocupó conmigo (dicho sea en jerga de  burdel barcelonesa) tenía doce o trece años. Ya no recuerdo su cara. Sólo sus calzoncillos lacios, color ala de mosca y desgarrados en la cintura; eran lo único que llevaba encima cuando me volví hacia él, después de haber cerrado la puerta. Me desnudé. Lo único turbulento en la habitación ha sido el ventilador en marcha, demasiado cerca de la cama, y no creo haber durado allí mucho más de cinco minutos. No me dejaba besarle, no me dejaba hacer nada. Nada de nada. Pepe al menos tenía genio escénico y cuidaba sus efectos; haber congregado a todos los habituales de aquel tugurio para que el propietario me masturbara es algo que siempre le agradeceré. Este, en cambio,  era un pobre grumete castigado a remar, un infeliz galeotillo “a la concha de Venus amarrado” de Venus urania bien entendí. Empiezo a temer que el defecto de los chulos de aquí sea la falta de afición y me recuerdo va, nostálgico, a los maravillosos chulos españoles, siempre dispuestos a aceptar el que buenamente les den, siempre dispuestos a pasar del escueto intercambio de bines y servicios a la relación entre personas. No me importa pagar, pero quiero que me aprecien.

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