20.12.11

LA ULTIMA NOCHE


Fragmento extraído de la novela
El edificio Yacubian de Alaa Al aswani


Entraron en el piso en silencio. Hatim encendió las luces alegremente. La casa es horrorosa sin ti. Abdah se le acercó de repente, lo abrazó e intentó desnudarlo allí mismo para yacer con él. Tenía prisa por cumplir la faena. Hatim interpretó las prisas como señal de deseo, rió con gracia femenina y balbuceó cálidamente: paciencia, abdah. Corrió hacia dentro, mientras Abdah abría el bar y sacaba una botella de whisky. Se sirvió una copa generosa y se la bebió de un golpe sin agua ni cubitos. Sentía una necesidad irresistible de embriagarse y en poco tiempo que tardó Hatim se las arregló para vaciar más de una copa. El alcohol le empezó a hacer efecto., notaba cómo le fluía por las venas la sangre caliente. Se sentía fuerte, potente, nada lo podía parar conseguir lo que quería. Hatim salió del baño con el pijama de seda rosa, sin nada abajo., caminó poco a poco hacia la cocina y volvió con comida caliente, que puso encima de la mesa. Se sirvió una copa y empezó a hacer arrumacos, lamiendo los bordes de manera provocativa. Poniendo la mano sobre el fuerte brazo de Abdah, suspiró y dijo en voz baja: “Te he añorado mucho” Abdah se quitó la mano de encima y le dijo con la voz embriagada. “Hatim Bek, lo tenemos pactado. Esta noche es la última. A partir de mañana cada uno por su lado ¿Correcto? Hatim le sonrió, le pasó los dedos por sus labios gruesos y le fue imitando su acento y explayándose: Correcto, pueblerino mío. / Esta vez Abdah no podía más, saltó sobre Hatim, lo levantó en brazos como un niño pequeño, a pesar de las graciosas protestas y sus gritos de excitación, lo lanzó a la cama, le bajó los pantalones y se lo tiró encima. Lo penetró con fuerza y lo devoró como nunca lo había hecho antes, tanto que Hatim gritó más de una vez de placer y de dolor. En menos de una hora apagó dentro de sí tres veces la llama del deseo. Lo hizo todo sin decir ni una palabra, como si estuviera llevando a término la pesada faena. Cuando acabó, Hatim se acostó desnudo boca arriba y cerró los ojos en un letargo de placer, como si estuviera drogado o adormecido y no quisiera despertar nunca más del maravilloso y delicioso sueño. Abdah se quedó mirando el techo y fumó dos cigarrillos sin decir nada. De repente se levantó y comenzó a vestirse…




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