
Fragmento extraído de la novela
La bolsa de los juguetes de
David France
Crispo marcaba el número de un teléfono público e invitaba al que atendía a una fiesta que tanto podía celebrarse en su piso de la calle 12 Oeste , en el local de la galería 57 o en el pequeño edificio de la galería. Cuando llegaba el invitado, crispo conversaba con él durante un rato y después se inventaba alguna excusa para salir del cuarto. Entonces aparecía Legeros, vestido con un uniforme de la SS, de guardia de seguridad o de policía y comenzaba el asalto. Unos cuantos gamberros adolescentes, integrantes del club de Crispo, como Johnn Parker y Kenny Morales que iban allí interesados más que nada por las drogas, se encargaban de encadenar a las víctimas, pegarles, insultarlos por ser homosexuales, antes de entregarlos otra vez a Crispo, que, algunas veces, los obligaba a negar su homosexualidad. A menudo, los obligaba a que le hicieran una felación antes de soltarlos.
Había ocasiones en las que Andrew crispo prefería ser su propia víctima, e insistía en que Legeros o cualquiera de los otros lo torturaran y lo humillaran. Billy Mayer, un amigo de la escuela de Bernard, participó en varias de estas escenas. Una vez hizo de nazi que golpeaba la espalda y las pantorrillas de crispo. En otra ocasión, él y Legeros interpretaron el papel de matones de New Order que interrogaban a Crispo, atado de pies y manos y vestido con un sofisticado arnés de cuero.
Billy Mayer, que se describía a sí mismo como sólo medio normal, y cuyo atuendo zarrapastroso y forma de hablar lo confirmaban, describió su primer encuentro: Como había escuchado todas estas historias por boca de Bernard, le dije a Andrew: me han dicho que te gusta pegarle a la gente” y él me respondió “Sí, pero en realidad me gusta más a la inversa” Mayer esperó sentado cómodamente en su silla mientras Bernard y Andrew desaparecían por un rato para preparar las cosas.
Cuando los dos hombres regresaron a la habitación, dijo Mayer, le invitaron a participar en una escena con Crispo. El hombre mayor interpretaba el papel de un asqueroso marchante judío maricón, al que Mayer, un guardia nazi debía interrogar. Mayer aceptó, Bernard le entregó una pistola de juguete y desapareció.
La historia fue más o menos así. Salí y volví a entrar con la pistola en la mano, y él se escondió. No tenía un aspecto ridículo, pero sí se movía como un gato gordo. Yo tenía la pistola y comencé a hablar, más o menos en plan alemán o algo parecido. Y él.. Tenía aquel… ¿qué era… un cinturón? Le azoté en el culo con el cinturón. Yo le interrogaba, era un agente de la Gestapo, era muy… no lo sé.
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