1.9.11

LA CITA DE LOS JUEVES



Fragmento extraído de la novela
Tiresias de Marcel Jouhandeau


Juventud dichosa que no tiene nada que esconder y para la que mostrarse desnudo es una gloria la natural. No bien nos quedamos solos, Richard deja caer su ropa en torno a él, como hace la serpiente cuando muda la piel. Desde ese instante en que está a solas conmigo, ya no es él, es un dios. El éxtasis comienza, Richard me lanza, me precipita a ese éxtasis. Sus formas son redondeadas y su piel tiene la textura de un joven gamo. De rodillas ante él, me siento hendido. Cuando me dijo, por ejemplo, tras haber hurgado en mis entrañas y haberme dado la vuelta, clavado su espolón de acero como un ajusticiado en el potro del tormento; cuando me dijo, por ejemplo tras ponerse de pie, y sin soltarme, hacerme girar de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, mi cuerpo unido aún a su flanco, mis miembros separados como las aspas de un molino de viento; cuando me dijo por ejemplo, tras demostrarme de todas las formas posibles hasta qué punto estábamos soldados el uno al otro, hasta qué punto yo estaba siendo sostenido por un clavo, hasta qué punto él me sostenía mediante un sólida clavadura; cuando me dijo, por ejemplo, casi con odio, su boca llena de saliva frente a mis ojos: “Eh mira cómo te jodo”

Un fuerte dolor en la ingle… ¿Me habrá herido de muerte? Mejor así. Herido, le sonrío. Tensa su arco una vez más y acaba conmigo. Y como siempre, lo único que nos permite reencontrarnos es la fidelidad de cada uno a nuestras citas de los jueves. Casi anciano, descubro el amor de un muchacho que me devuelve a mis veinte años, en el instante mismo en que tengo la sensación de que una hora junto a él me quita un año de vida; pero los dioses saben que en dichas ocasiones no negocio. Y pensar que he esperado hasta la sexta década, o casi, de mi vida para osar una experiencia tan fabulosa, es como si la víspera de bajar a la tumba, uno cambiase el sentido de todas sus preocupaciones.


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