
Fragmento extraído de la novela
Generation of love de Matteo Bianchi
Visitar el cementerio de Pere Lachaise es como buscar un tesoro escondido. A la entrada te dan un plano con los nombres de las estrellas que están allí enterradas u tú tienes que orientarte por las sepulturas: bajas a la derecha y está Víctor Hugo, continúas todo seguido y está Raymond Radiguet. Pero desde luego no estoy aquí por eso. Las razones de mi peregrinaje son diferentes. He venido aquí para recordar a un gran referente histórico, para rendir homenaje a un ideal. Oscar Wilde es el primer personaje de cuya homosexualidad se ha hablado públicamente, incluso en la escuela; fue entonces cuando oí por primera vez el término homosexual sin su acepción de mariquita. Saber que es el autor de obras que estudiantes de todo el mundo han leído durante generaciones me tiene fascinado. Y aunque me había cuestionado ese entusiasmo con el tiempo, cunado llegué a París comprendí que no podía dejar de rendir un homenaje tanto a su memoria como a mi recuerdo. Llegar hasta le monumento de Wilde no es fácil. Antes de encontrarlo me pierdo por lo menos tres veces. Cuando al final consigo localizar el pequeño mausoleo, me llevo una sorpresa. Buscando la tumba de Wilde me encuentro con la de Morrisey-. No logro encontrar epitafios de Wilde sino fechas e iniciales de visitantes y un corazón con los nombres de dos chicos grabados en su interior. Ver que la memoria de un mito se confunde con el presente de otra persona me produce confusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario