Contrariamente a mis deseos m, mi hermano Antonio desapareció acto seguido de casa. Sólo lo veíamos en las comidas, y no siempre. Me pusieron en la habitación que correspondía a nuestro cuarto en la casa de la ciudad, y Clara preparó la cama de mi hermano en la habitación gemela del despachó de papá. Aquella brutal amputación de mi hermano provocó en mí un deseo de venganza. La cama donde estuve a punto de ahogarme en mi propio sudor solitario me parecía enorme y enormemente vacía. Mis manos se posaban en los lugares en que acostumbraba a sentir las de mi hermano y sólo hallaba un deseo reblandecido .Entonces la angustia las crispaba, como rabos de lagartija cortados a bastonazos. Mi espalda buscaba en vano el pecho, el vientre, los muslos de mi hermano, apoyo de los que siempre me había beneficiado. Creí que mi cuerpo, amputado del cuerpo de mi hermano, ya no podía funcionar de noche. El sudor me chorreaba por la piel, como si me hubiera convertido en una vieja tubería: por mis poros dilatados se vaciaba mi ser. Lenta hemorragia. Pero ni una lágrima. Sólo sudor. Me levanté, pálido y flaco, fantasma de mí mismo. La ropa se me había ensanchado, o quizás era yo quien había encogido.
2.5.11
AMPUTACION
Contrariamente a mis deseos m, mi hermano Antonio desapareció acto seguido de casa. Sólo lo veíamos en las comidas, y no siempre. Me pusieron en la habitación que correspondía a nuestro cuarto en la casa de la ciudad, y Clara preparó la cama de mi hermano en la habitación gemela del despachó de papá. Aquella brutal amputación de mi hermano provocó en mí un deseo de venganza. La cama donde estuve a punto de ahogarme en mi propio sudor solitario me parecía enorme y enormemente vacía. Mis manos se posaban en los lugares en que acostumbraba a sentir las de mi hermano y sólo hallaba un deseo reblandecido .Entonces la angustia las crispaba, como rabos de lagartija cortados a bastonazos. Mi espalda buscaba en vano el pecho, el vientre, los muslos de mi hermano, apoyo de los que siempre me había beneficiado. Creí que mi cuerpo, amputado del cuerpo de mi hermano, ya no podía funcionar de noche. El sudor me chorreaba por la piel, como si me hubiera convertido en una vieja tubería: por mis poros dilatados se vaciaba mi ser. Lenta hemorragia. Pero ni una lágrima. Sólo sudor. Me levanté, pálido y flaco, fantasma de mí mismo. La ropa se me había ensanchado, o quizás era yo quien había encogido.

No hay comentarios:
Publicar un comentario