9.3.11

ALQUIMIA DEL PLACER


Fragmento extraído de la novela
Tiresias de Marcel Jouhandeau

Su belleza ha alcanzado ese punto de madurez que yo busco, a medio camino entre el adolescente y el hombre ya hecho; posee más virilidad que gracia, es velludo, pero su pelo alocado, dócil, ligero y disperso no apaga ni desmerece la gracia de sus formas, apenas cubiertas por él como si de una pulpa se tratara. Diríase que siempre está como recién salido de un baño. Lo que me divierte del amor entre hombres es observar el aspecto mecánico de los gestos, el lado clínico y simbólico de los actos, cuando los vasos se comunican entre sí y el sexo adquiere de buen grado las formas de un alambique, para realizar experimentos a los que no les sería ajena una búsqueda misteriosa, análoga a la de la alquimia. Es la alquimia del placer.

Cuando mi mano ciñe el cuello de su ore rebosante de leche, él cierra los ojos como cuando se asfixia a una paloma. Incluso mucho después de haber estado con él, evito tocarme, por miedo a borrar el rastro que deja en mí. Guardaré para siempre la imagen de mi cuerpo cálido, ayer, las piernas en el aire como en los descendimientos de la cruz de Rubens, deslizándose junto a su cuerpo, de piel más oscura, yo tan flaco y espigado, él más grande, más fornido. Y su cabeza, que veo surgir entre mis pies, en el otro extremo de la cama, sus tobillo, que presionan contra mis sienes, girando para hacernos caer en el vacío, y estoy abajo, él arriba, esbozando durante largo rato una mueca adorable que, de golpe, se distiende, en el instante en que se dispone a lanzar un gritoal que respondo con lágrimas de felicidad.


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