1.9.10

QUIERO QUE ME ZURRES


Fragmento extraído de la novela
Sígueme de Cristóbal Ramírez


De un puñetazo en la cara me precipitó contra la pared donde mi cráneo se estrelló con un chasquido seco y caí al suelo mareado. Enseguida me empezó a sangrar la nariz. La polla se me empezó a enderezar. El rostro de bruno, de facciones rocosas de semblante pétreo y sesgado, se mostraba decidido a encontrar y castigar un culpable. Y ese era yo. Bruno era el vio retrato de la violencia descontrolada, ya no como promesa, sino como realidad. Necesitaba descargar toda la adrenalina que había acumulado los últimos días. Y la iba a descargar por fin. Me levanté tambaleante, la mirada un poco nublada, para solicitar más palos ¿por qué no? Me cogió de la pechera y me pegó de nuevo en la cara, varios puñetazos expansivos, relativamente apáticos. Los primeros golpes eran parecidos a una danza de apertura, caricias infalibles que me calentaban enseguida. Volví a caer. El rostro me ardía. Me había partido el labio y un hilillo de sangre, de sabor dulzón y cálido, se me colaba en la boca. Me levante con dificultad y me planté frente a él esperando el siguiente golpe. Esta vez fue en la boca del estómago. Un golpe seco, limpio, que me cortó el resuello y me dobló en dos. Los puñetazos de Bruno eran siempre así, inmediatos y contundentes, acerados. Bruno sabía pegar. No me permitió que me tirase al suelo. Me apresó con una mano del cuello y con la otra de la cintura de los pantalones y me dobló sobre mí, para que soportase el dolor y la ausencia de aire en mis pulmones. Desde luego, no iba a acabar conmigo tan pronto. Sin duda iba a ser una sesión larga. Me enderecé pero no lo vi, no veía a Bruno. Podría haberme marchado, pero no se había marchado. Todavía no estaba satisfecho. Descansó se alejado un par de pasos y encendió un cigarrillo, Lo fumaba tranquilo, paseando por la casa, asomándose por la terraza. Me llegaba tenue el olor a tabaco quemado, que añadía al ambiente una densidad opresiva que se sumaba a mi dificultad para respirar.


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