
Fragmento extraído de la novela
Las noches salvajes de Cyril Collard
El poli y los cuatro jugadores entraron en la sal y volvieron a cerrar la puerta. Un hombre de unos cuarenta años, bien templado, estaba en el centro de la sala, con los tobillos ligados con unos hierros, los brazos en forma de V encima la cabeza aguantada por cadenas colgadas del techo. Tenía el cabello rubio, casi blanco, cortado muy corto, un cuerpo imberbe, pubis y piernas afeitadas. Un payo joven con chaqueta de nylon negro y rangers, azotaba al hombre encadenado con un cinturón de cuero, se detuvo cuando vio entrar a los otros. El hombre dijo: - Ah, los chicos del rugby, es lo que más me gusta. El payo joven retrocedió unos pasos. El poli dijo: Señor André, hay uno nuevo. Es Samy, los otros ya los conoce. Un hombre estaba sentado en un rincón de la sala, al lado de la mesa donde había látigos, cuerdas, arneses de cuero, pinzas para los pezones, anillas de acero cromado, velas, capuchas y calzoncillos de cuero. El señor André le dijo. Pierre vamos a divertirnos un poco y vuelva de aquí un rato. El hombre se levantó y salió llevándose el payo joven de la chaqueta. André dijo enseguida. Ahora nosotros. Estoy a punto… El poli empujó unos cuantos jugadores por la espalda: Venga Thierry. El señor André cerró los ojos. Thierry se le puso al lado y le pegó unas cuantas veces; después cerró el puño y las palmadas se convirtieron en puños; en el culo, en la espalda, en el hueco de los riñones. Samy desvió la mirada, quiso salir; le poli lo retuvo. Quédate aquí y mira. Samy vio que el poli empezaba a empalmarse. Thierry se puso delante del hombre encadenado, lo pegó un golpe de rodilla en los cojones, unas cuantas bofetadas en la cara, un golpe en el vientre y directo al pecho. El seños André continuaba con los ojos cerrados, con una sonrisa en los labios; colgaba como un cadáver de las cadenas que le ataban los tobillos. De repente, abrió los ojos, miró a Samy, dijo: Quiero probar al nuevo. El poli dijo. Samy, ves a buscar la ropa. Samy volvió con la ropa y su bolsa de deporte. El señor André le indicó que se acercara y le dijo bajito. Ponte los pantalones cortos, y la chaqueta y ponte también las botas de tacos. Samy se vistió. André dijo. Ven… Puedes hacer los que quieras conmigo, todo lo que quieras…Entonces Samy se le acercó y le escupió a la cara. Se quedó inmóvil unos instantes y después su violencia estalló: golpes de puño, patadas de pie. Embriaguez. Pierre volvió a la sala. Samy utilizó los instrumentos de encima de la mesa, después de aflojar las cadenas y hacer que el señor André se tumbara. Se le subió encima y caminó por todo el cuerpo con las bota de tacos. El señor André se la pelaba con la mano derecha y el sonido de las cadenas acompañaba en vaivén de su muñeca. Gozó, su esperma se mezclaba con el Fano del terreno de rugby que había quedado enganchado en los tacos de las botas. Pierre miró los pantalones cortos de Samy. Samy estaba empalmado.
Las noches salvajes de Cyril Collard
El poli y los cuatro jugadores entraron en la sal y volvieron a cerrar la puerta. Un hombre de unos cuarenta años, bien templado, estaba en el centro de la sala, con los tobillos ligados con unos hierros, los brazos en forma de V encima la cabeza aguantada por cadenas colgadas del techo. Tenía el cabello rubio, casi blanco, cortado muy corto, un cuerpo imberbe, pubis y piernas afeitadas. Un payo joven con chaqueta de nylon negro y rangers, azotaba al hombre encadenado con un cinturón de cuero, se detuvo cuando vio entrar a los otros. El hombre dijo: - Ah, los chicos del rugby, es lo que más me gusta. El payo joven retrocedió unos pasos. El poli dijo: Señor André, hay uno nuevo. Es Samy, los otros ya los conoce. Un hombre estaba sentado en un rincón de la sala, al lado de la mesa donde había látigos, cuerdas, arneses de cuero, pinzas para los pezones, anillas de acero cromado, velas, capuchas y calzoncillos de cuero. El señor André le dijo. Pierre vamos a divertirnos un poco y vuelva de aquí un rato. El hombre se levantó y salió llevándose el payo joven de la chaqueta. André dijo enseguida. Ahora nosotros. Estoy a punto… El poli empujó unos cuantos jugadores por la espalda: Venga Thierry. El señor André cerró los ojos. Thierry se le puso al lado y le pegó unas cuantas veces; después cerró el puño y las palmadas se convirtieron en puños; en el culo, en la espalda, en el hueco de los riñones. Samy desvió la mirada, quiso salir; le poli lo retuvo. Quédate aquí y mira. Samy vio que el poli empezaba a empalmarse. Thierry se puso delante del hombre encadenado, lo pegó un golpe de rodilla en los cojones, unas cuantas bofetadas en la cara, un golpe en el vientre y directo al pecho. El seños André continuaba con los ojos cerrados, con una sonrisa en los labios; colgaba como un cadáver de las cadenas que le ataban los tobillos. De repente, abrió los ojos, miró a Samy, dijo: Quiero probar al nuevo. El poli dijo. Samy, ves a buscar la ropa. Samy volvió con la ropa y su bolsa de deporte. El señor André le indicó que se acercara y le dijo bajito. Ponte los pantalones cortos, y la chaqueta y ponte también las botas de tacos. Samy se vistió. André dijo. Ven… Puedes hacer los que quieras conmigo, todo lo que quieras…Entonces Samy se le acercó y le escupió a la cara. Se quedó inmóvil unos instantes y después su violencia estalló: golpes de puño, patadas de pie. Embriaguez. Pierre volvió a la sala. Samy utilizó los instrumentos de encima de la mesa, después de aflojar las cadenas y hacer que el señor André se tumbara. Se le subió encima y caminó por todo el cuerpo con las bota de tacos. El señor André se la pelaba con la mano derecha y el sonido de las cadenas acompañaba en vaivén de su muñeca. Gozó, su esperma se mezclaba con el Fano del terreno de rugby que había quedado enganchado en los tacos de las botas. Pierre miró los pantalones cortos de Samy. Samy estaba empalmado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario