21.12.09

BUENOS DIAS GERARD


Fragmento extraído de la novela
Los ángeles caídos de Eric Jourdan

Me desperté y volví a cerrar los ojos enseguida. Deslumbrado por la luz del día. Me di la vuelta y toqué el cuerpo que estaba junto al mío. Entonces lo recordé todo y me apreté tiernamente contra la espalda de Gerard. Estaba durmiendo boca abajo y con el rostro hacia mí. Respiraba con los labios ligeramente abiertos, tenía el pelo alborotado y el cuerpo desnudo hasta la cintura, con una sola pierna metida abajo la manta de color rojo. El calor de la noche nos había ido desnudando poco a poco: estábamos echados a medias sobre una sábana arrugada y sobre una tela encarnada que descansaba bajo una de las piernas de Gerard. La otra resplandecía, con un dorado brillo metálico; podía seguir desde el tobillo hasta la axila la línea negra de su cuerpo, que su respiración hacía estremecer ligeramente; tiré suavemente de la tela enroscada en torno a su muslo, como si Gerard emergiera de ese color púrpura, porque había en el tono de su piel ese mismo brillo de sangre y le mismo esplendor: bajo mis ojos tenía la estatua de un muchacho durmiendo. Una deliciosa fatiga invadió todo mi cuerpo, sobre todo en la parte inferior de la nuca. Nos habíamos querido descubrir en una sola noche los secretos del amor, la pasión presidió ese descubrimiento hasta que el amanecer iluminó nuestros cuerpos cansados, aunque no saciados de dos jóvenes amantes, doblemente viriles por su forma de poseer y entregarse.

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