16.12.09

BESOS Y SOBORNOS

Fragmento extraído de la novela
Sígueme de Cristóbal Ramírez


A veces entreabría mis labios y aguardaba tembloroso. Aleix no demoraba en acudir. Me bañaba los buces con su saliva y su lengua me penetraba ansiosa. Sorbía con voracidad. Si sorbía equivalía a jeans, porque casi siempre, ese tipo de beso iba acompañado de caricias a mis costados y mentidas de mano a mi paquete. Podía enderazármela. Si lo lograba equivalía a camiseta y jeans. Cuando estaba muy caliente solía besarme animoso, mucho rato, de un cuarto a media hora, a veces hasta una hora completa, con breves intermedios de tregua para mirarme fijo y obstinado a los ojos, con densidad. Se tendía cálido sobre mí, y rozaba su cara contra mis mejillas. Yo sentía cómo hormigueaba, en mi rostro todo receptivo, el aire expulsado de su nariz. Escuchaba sus gemidos de placer. Me pellizcaba y mordisqueaba húmedo las tetillas, me hacía daño, y sucumbía también a la tentación de aplastarme el hoyuelo de la barbilla con el pulgar previamente babeado en mi propia boca. A Aleix le fascinaba mi hoyuelo. lo acariciaba con una especie de codicia incrédula, como si se entregara a un placer solitario, y luego me chupeteaba codicioso el mentón. Entre tanto sus manos me acariciaban distraídas la piel tibia del cuerpo, que iba ganando temperatura bajo sus manejos, mientras mis ojos se extraviaban reflejando una incapacidad total de oponer la mínima resistencia. Como nos tendíamos en calzoncillos, recreaba sus labios y su lengua en mi vientre y mi torso, nunca más debajo de la cintura, porque la tela lo impedía. La ropa era nuestro límite. Si se hallaba inspirado, colocaba su mano en la entrepierna y dirigía sus caricias hasta la abertura de mi culo. Me atraía hacia sí con la mano, presionando con su dedo corazón en el centro de mi trasero.

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