Fragmento extraído de la novela
Amor duro de Gudbergur Bergsson
Hoy, después de unirnos, me tumbé encima de él y aspiré el aroma de lo que habíamos hecho. Él había estirado el brazo como hace muchas veces y como si así, exhausto y saciado, saludara al cielo. Puse mis brazos sobre su brazo y unimos nuestras manos con las palmas abiertas; somos de estatura parecida y la estructura del cuerpo no es muy diferente, de modo que encajamos el uno con el otro como las dos partes de un billete roto en prenda de amistad. Cuando enterré el rostro suavemente en su cuello sentí el calor y el aroma del goce que produce amar, el exquisito perfume del amor mismo. Su carne era a la vez palpable y psíquica. Así estuvimos tumbado largo trato como seres a los que una voluntad propicia y libre ha clavado uno sobre otro para morir en una cruz común. Yo yacía en un sueño y percibía cómo nuestros cuerpos se compenetraban igual que una lombriz penetra en la tierra húmeda, sentí cómo una carne crecía dentro de otra carne y los dos nos pegamos el uno al otro con el único pegamento que puede unirlo todo y que ahora estaba sobre nuestros cuerpos y antes estaba dentro de ellos. En una postura se demuestra de algún modo el sentimiento y el deseo de morir uno dentro del otro.
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