Fragmento extraído de la novela
El ejército de salvación de Abdalá Taia
Me gusta obedecer a Abdelkebir. No he conseguido dormirme. Abdelkebir sí, y enseguida. Ha roncado durante mucho tiempo. Como sus ronquidos no me dejaban conciliar el sueño, he estado observándolo, estudiando su cuerpo una vez más. Yo estaba en la cama del medio. Me he recostado sobre mi lado derecho, dando la espalda a Mustafá. Abdelkebir se me ofrecía. Hacía mucho calor. Mi hermano mayor no llevaba más que un slip negro. Dormía oca arriba y ninguna manta lo cubría. Su cuerpo es blanco, muy blanco. Tiene algo de vello en el pecho, mucho en las piernas y las pantorrillas, pelos rizados y muy negros. No es muy fuerte… es incluso, en comparación con otros hombres de Hay Salam, un poco delgado. Pero, indiscutiblemente, parecía un hombre. Hombre: no sé describirlo de otra manera. Se qué yo no seré el hombre que él es, el hombre que será cada vez más con le paso de los años. Dormía profundamente. Sus ronquidos, como los de M’Barka, terminaron por no molestarme. Su vientre, casi liso, subía y bajaba a un ritmo regular. Yo subía y bajaba con él, hipnotizado. El cuerpo de mi hermano ha estado ahí, delante de mí, durante toda la noche. Lo he estudiado con gran atención, como un científico, de la cabeza a los pies, deteniéndome en cada detalle. La nariz fina. Los ojos grandes. Las cejas pobladas. El pelo recio que tantas veces he lavado. Los labios plenos y sensuales. El bigote delgado. Las mejillas no del todo llenas. El cuello… la nuez enorme. Los hombros, un poco caídos. El pecho, no muy musculazo. Los pezones negros. El ombligo… El slip negro, y lo que esconde. Las piernas fuertes. Las rodillas prominentes. Los gemelos musculazos por muchos años de bicicleta. Los pies, muy pequeños y preciosos. He estado toda la tarde navegando por ese cuerpo, ajeno al espectáculo que me ofrecía. Es cuerpo que es parte de mí y que es, al mismo un yo distinto.
El ejército de salvación de Abdalá Taia
Me gusta obedecer a Abdelkebir. No he conseguido dormirme. Abdelkebir sí, y enseguida. Ha roncado durante mucho tiempo. Como sus ronquidos no me dejaban conciliar el sueño, he estado observándolo, estudiando su cuerpo una vez más. Yo estaba en la cama del medio. Me he recostado sobre mi lado derecho, dando la espalda a Mustafá. Abdelkebir se me ofrecía. Hacía mucho calor. Mi hermano mayor no llevaba más que un slip negro. Dormía oca arriba y ninguna manta lo cubría. Su cuerpo es blanco, muy blanco. Tiene algo de vello en el pecho, mucho en las piernas y las pantorrillas, pelos rizados y muy negros. No es muy fuerte… es incluso, en comparación con otros hombres de Hay Salam, un poco delgado. Pero, indiscutiblemente, parecía un hombre. Hombre: no sé describirlo de otra manera. Se qué yo no seré el hombre que él es, el hombre que será cada vez más con le paso de los años. Dormía profundamente. Sus ronquidos, como los de M’Barka, terminaron por no molestarme. Su vientre, casi liso, subía y bajaba a un ritmo regular. Yo subía y bajaba con él, hipnotizado. El cuerpo de mi hermano ha estado ahí, delante de mí, durante toda la noche. Lo he estudiado con gran atención, como un científico, de la cabeza a los pies, deteniéndome en cada detalle. La nariz fina. Los ojos grandes. Las cejas pobladas. El pelo recio que tantas veces he lavado. Los labios plenos y sensuales. El bigote delgado. Las mejillas no del todo llenas. El cuello… la nuez enorme. Los hombros, un poco caídos. El pecho, no muy musculazo. Los pezones negros. El ombligo… El slip negro, y lo que esconde. Las piernas fuertes. Las rodillas prominentes. Los gemelos musculazos por muchos años de bicicleta. Los pies, muy pequeños y preciosos. He estado toda la tarde navegando por ese cuerpo, ajeno al espectáculo que me ofrecía. Es cuerpo que es parte de mí y que es, al mismo un yo distinto.
1 comentario:
Es una novela preciosa. La leí en francés, L´armée du salut.
El amor de Abdellah por su hermano es emocionante,sublime..
Un saludo cordial
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