Fragmento extraído de la novela
La noche es virgen de Jaime Bayly
A las dos de la mañana no puedo dormirme, porque necesito un cuerpo de hombre a mi lado para sentirme bien y dormir rico, o sea, que si no tengo un muchacho guapo y risueño para hacerle cariñito, difícil me tire pestaña rápido, me quedo rebotando y pensado en la chucha del gato y en el papa polaco. En esas estoy cuando suena el timbre. Y yo qué raro, quien chucha viene a tocarme el timbre a las dos y pico de la mañana. ¿Mariano? Y yo pasa, pasa y él gracias y pienso qué emoción y qué suerte que viniste mariano, me moría de ganas de estar contigo, y él me abraza despacito porque duele y yo siento su cuerpo flaquito y pegadito al mío, qué rico y le busco su boquita de caramelo, boquita hinchada como la mía porque los coqueros siempre tenemos los labios hinchados, y le digo yo te voy a dar todo lo que quieras, mariano, todo, y él gracias, te pasas de vueltas. y le busco su boquita y él se deja y le doy un beso suavecito, despacito, con mucho cuidado, y me quedo con un sabor a sangrecita en la boca y le digo en el oído que ya somos hermanos de sangre. Fue una noche maldita. Mariano se echó atrás mío y me la metió y mientras me hacía el amor yo lo veía peleándose en la calle de las pizzas como un verdadero hombrecito y me sentía muy orgulloso de estar en la cama con un bacán de esquina que no vacila en pelearse el pellejo para salvar el honor de su vieja. Fue rico y emocionante y acherrante y doloroso todo a la vez. Mariano todavía sangraba un poco por la nariz y se quejaba de los dolores de la bronca, pero así y todo estaba suavecito, todo mío, echados los dos en mi colchón acariciándonos y diciéndonos me gustas, me arrechas, métemela, métemela...
No hay comentarios:
Publicar un comentario