Fragmento extraído de la novela
El silencio roto de Mariano García Torres
En cuanto a mí… mi mejor amigo un día se dio cuenta, me sonrío cruelmente y comentó entre dientes: “Así que tú eres joto, ¿eh? ¿pinche y resentida sociedad que todo lo ensucia, lo corrompe y lo destruye…? Conocí gente, me refiero a gente gay, y era una mierda, naturalmente. ¿Cómo podía ser de otro modo si existe tanto empeño en que así sea? Decidí vivir fuera de toda esa mierda, ensuciarme lo menos posible. A veces venía aquí y me olvidaba de todo, aunque este sitio ya no es lo que era; está contaminándose demasiado. Apareciste tú y… bueno, creí encontrar, creí intuir… Nada; seguí esperando; tampoco. Era como chocar contra un muro. Y de pronto vienes y me haces reproches. Se va y sigo mirando la rama verde inclinarse sobre mi balcón. Mi almuerzo envuelto en papel de estraza, el cambio al lado, y la tarde inmensa y vacía que ha de culminar sin saber cómo. Frívolamente, aturdiéndome, agrediéndome, engañándome. La sauna Finisterre es una sauna peculiar como cientos de otras saunas peculiares a lo ancho de todo este mundo. El relax allí adquiere otras posibilidades. Son los alegres 70, la liberación sexual. Actúo contradiciendo el sentido genuino de mi forma de pensar, de mi forma de vivir, y lo hago deliberadamente, empezando a torturarme aun antes de llegar, como un castigo expiatorio a mis pecados de insensibilidad. Ya ante la puerta, dudo. Adelante; acaso sea ésta la única verdad posible, el único acercamiento a nuestro alcance; las migajas que nos son (en ocasiones) permitidas.
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