Yolanda García Serrano
En realidad me gusta saber que soy maricón y no pienso cambiar. Los hombres con los que ha estado mi amiga, no muchos, la verdad, eran unos impresentables. Pero en cuanto le dicen tres chorradas amables, ella cae en la trampa. Bueno, hace tiempo que no ha tenido una aventura y creo que ha perdido la esperanza de tenerla. Pero es que ella busca ago más. Y yo, si vamos a ser sinceros. En mi caso la historia es distinta porque al menos me tomo la molestia de salir, conocer hombres, llevármelos a casa… Nunca se sabe dónde puede aparecer la pareja ideal. A veces, me lo echa a la cara y no le gusta que sea tan promiscuo, como dice ella. Pero ¿qué es la vida sin sexo? No puedo entrar en un bar, mirar a un tío que está para comérselo y no llevármelo a la boca si la cosa se tercia. Tengo que reconocer que en eso soy un privilegiado. Nunca he tenido problemas para quien yo quisiera. No es que sea un tipo excepcional, pero físicamente supero la media del país y si no disfruto de los años buenos, no sé a qué voy a aspirar. ¿Una pareja? Estaría bien. Pero un buen polvo es mejor que cualquiera otra cosa. La mente puede tenerlo claro, pero el cuerpo manda. Yo sería fiel, es cierto, pero porque dejaría abierta la puerta a otros contactos aunque no los hubiera. ¿Egoísmo? también es verdad que existe. Un hombre se casa, luego se encapricha de otra más joven y quiere mantener las historias paralelas. Ella se da cuenta y pide el divorcio. Él se lo concede y vuelta a empezar. Se casa con la otra tiene hijos y años después otra jovencita se cruza en el camino. Por eso me alegro que tanto de ser maricón, sinceramente. Si yo encontrara pareja, que ojalá ocurra, no sería agobiante, ni déspota. No esperaría que mi chico estuviera todo el día en casa dedicado a los quehaceres del hogar, ni me entrometería en su vida si tuviera una profesión, ni querría que me fuera fiel hasta la muerte. Haríamos un pacto de total libertad. Estoy contigo pero puedo ligar con otros. No necesitas salir conmigo a todas partes, ni yo contigo. Es más de lo que nadie puede ofrecer. ¿O no?
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