2.3.09

BELLEZA PROHIBIDA

Fragmento traducido y extraído de la novela
L’amant del nois de Isidre Bravo

Los ojos y la sonrisa bondadosos, divertidos y con un fondo triste del Jemel. Nacio de mí, si me dejara arrastrar por los impulsos, lo llenaría de besos y caricias que seguramente lo alejarían. Los ojos... las miras de estos arqueros que continuamente afloran a su alrededor y te traspasan y te cautivan. Algunos, consientes de su poder e incitadores de la guerra amorosa: como la del chico de ojos almendrados en la sala de relax de Mouley Yaocoub, descarada, interrogante, cercana y abierta, y a la vez respetuosa... En Barcelona, estas miradas ya han desaparecido. Otras divertidas, insinuantes y desenvueltas, sin presentar nada de batalla, sino como un fruto de una coquetería deliciosa, como las del chico de vestuarios de la piscina de Sidi Harazen, el de las cejas pletóricas y continuas- como una única y espesa floración viril encima de los ojos- y un suave esbozo de un bigote, de bellísimas axilas descubiertas gracias al escote amplio y flotante de la camiseta; el mismo que, al cogerme la ropa me ciñe y me acaricia la mano por debajo , y tiene, creo yo, el rostro más bello y alegre que he visto hasta ahora en Marruecos. Otros, como de ciervo tímido que ha bajado del campo a la ciudad... todos turbadores y asesinos de la paz de mi corazón. Pero su herida es un precio muy módico a cambio del privilegio de haberlos experimentado.

Y después de los ojos, la boca. Los labios gruesos, carnosos, suaves y bellísimamente perfilados, en una orquestación infinitamente variada de curvas y contornos, nunca ásperos, ni rígidos, ni delgados ni estirados. Y la blancura estallando y rectilínea de los dientes, esplendorosamente enmarcados en la piel buna, como joyas dignas del más rico tesoro imperial, de le fabulosa colección de un sultán. Pero, sobre todo, labios y dientes que se vivifican en las sonrisas más francas y sinceras que puedas imaginas. Y que como en otros muchos lugares del mundo- combinados con la mirada, constituyen la riqueza más magnífica de estos países. Un patrimonio estético y moral de la cual el mundo occidental, está, cada vez más, fatal e inexorablemente, desprovisto. Y ala volver solo hacia el Ksar, la maravillosa musculatura del cuerpo del chavalito cogido de la mano levantada en la columna de la placita de Larache, curvándose todo él como un arco tenso, suave y perfectamente armonioso. Sin saberlo (y sin que yo pudiera fijarlo en una fotografía desde mi asiento del autobús, tan fugazmente se desarrolló la escena ante mis ojos, y tan imprevisiblemente) aquel pequeño adolescente, de unos doce años estaba dando vida, en el plano de la realidad, al ideal de todos los perseguidores de la belleza, durante el renacimiento y a lo largo de toda la historia. Creo que nunca he contemplado tan cerca el Ideal en lo Real. Y era dentro de la naturaleza cotidiana de las cosas…

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