9.2.09

NALGAS LYCRA Y SODOMA DISCO


(SEGUNDA PARTE)
Fragmento extraído del libro
Loco afán de Pedro Lemebel


Aquí corren los gin tónica, los pisco soda, los pisco-sida, las piscolas o locas pisco entonando el “Desesperda” de Marta Sánchez”, que enloquece a las nenas de la disco. Las chicas short, que llegan al bar sofocadas pidiendo agua con hielo, empujando al oficinista de corbata, que preocupado, mira la entrada por si aparece un compañero de trabajo. El bar de la disco es para cruzar miradas y exhibir la oferta erótica en las marcas de ropa preferida. Las pintas de segunda mano que ofrece la ropa americana. Así el bordado Levis, asegura una cola de lujo, un par de nalgas vaqueras infladas por la moda, fibrosas en el gesto tenso de apoyar los cachetes en la barra. Casi masculinas, si no fuera por la costura del jeans hundida en el tajo azulado. De no ser por el planchado y ese olor sofá a detergente. A demasiada limpieza, como dando disculpas por ser así, explicando la homosexualidad en el borlado aroma que enmarca los gestos. Si no fuera por esa nube densa del perfume coliza: la adicción por el Paloma Picasso, el Obsessión de Calvin Klein etc. Quizá aunque la disco gay existe en Chile desde los setenta, y solamente en los ochenta se institucionaliza como escenario de la causa gay que reproduce le modelo Travolta sólo para hombres. Así, los templos homo-dance reúnen el gueto con más éxito que la militancia política, imponiendo estilos de vida y una filosofía de camuflaje viril que va uniformada, a través de la moda, la diversidad de las homosexualidades locales. Si no fuera que aún sobreviven un folclor mariposón que decora la cultura homo, delirios de faraones que aletean en los espejos de la disco. Ese Last Dance que estrella los últimos suspiros de una loca sombreada por le sida. Si no fuera por eso, por esa brasa de fiesta cola que el mercado gay consume con su negocio de músculos transpirados.

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