31.7.08

LA SAUNA COC


Fragmento de El vampiro de la calle Méjico
de Vicente Molina Foix


Así que me fui a la sauna Coc, sin k, que un amigo que no entendía pero tenía, por cultura morbosa, mucha información homosexual me había descrito en Madrid como el último vestigio de la Roma del Satiricón en la Europa moderna. Tenía cinco piso, y quinientos o mil chicos con la toalla atada a la cintura. Era un centro de la fraternidad europea anterior a la Europa actual, porque su fama atraía a los franceses y griegos, ingleses y alemanes, italianos (reconocibles por el escapulario), y algún español más aparte de mí. Los franceses para ahorrar, me dijo un belga con pelo afro rubio que estudiaba gemología, dormían los dos días de su weekend, entre polvo y polvo, en las cabinas de la sauna, que no cerraba. Todos los hombres, y casi todos de mi edad, la de entonces más que la de ahora. No te quiero escandalizar, pero ya que me has preguntado sí había autores anónimos de mi obra de arte, te diré que en una noche de seis hora, follé, o mejor hice cosas con seis chicos, y a tres ni les pregunté el nombre, aunque de dos de esos tres me tragué religiosamente su semen, que entonces se podía. Cuando una pareja estaba más buena de lo normal, o daba muestras de imaginación en el polvo, venían los clientes de todos los pisos y se asomaban a las cabinas sin puerta; los más lanzados, se unían, si podían, a la pareja fogosa. Mi introducción al arte anónimo duró tres días; por lo general me gustaba saber quién pone su firma en mí.




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