
Un poema de J. Ricart
Gracias a la palabra
ahora soy esclavo de la suya.
Él es mi único dios
y por las noches, generoso,
me regala un trozo de cielo.
Harto de habitar el silencio,
y de traficar con caricias
de contrabando,
me abandono a toda evidencia:
no tengo miedo a la ternura.
No me importa que la gente
se aparte de mi lado,
baje la cabeza a mi paso
o me lapiden con los ojos.
Sé lo que murmuran a mis espaldas.
Hasta algunos amigos
me censuran por viejo y loco.
No claudicaré a su belleza.
Muy pocos saben que la mordedura
de la serpiente sólo se cura
con su propio veneno.
Gracias a la palabra
ahora soy esclavo de la suya.
Él es mi único dios
y por las noches, generoso,
me regala un trozo de cielo.
Harto de habitar el silencio,
y de traficar con caricias
de contrabando,
me abandono a toda evidencia:
no tengo miedo a la ternura.
No me importa que la gente
se aparte de mi lado,
baje la cabeza a mi paso
o me lapiden con los ojos.
Sé lo que murmuran a mis espaldas.
Hasta algunos amigos
me censuran por viejo y loco.
No claudicaré a su belleza.
Muy pocos saben que la mordedura
de la serpiente sólo se cura
con su propio veneno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario