10.10.11

PROLEGOMENOS


Fragmento extraído de la novela
Salvajes mimosas de Dante Bertini


Lo tiene enfrente, sentado en una silla y con las piernas exageradamente abiertas. la posición, antinatural, como si subrayara la nula importancia del reposo, calculando enfáticamente la prioritaria exhibición del pubis con toda su mercancía. Hacia allí va, sin timidez ni tapujos la mirada de Enrique. Suponía que los prolegómenos iban a ser más extendidos, pero pese a ello no deja de encontrar excitante la generosa naturaleza muerta presente ante sus ojos. El escroto deja de traslucir un par de testículos que son en este caso de gran tamaño y descansan sobre el asiento de la silla metálica. Fuera de ésta pende el pene en estado de total lasitud, con una largura y grosor que incentivan la curiosidad del cliente, íntimamente dispuesto a conocer aquella máquina en pleno rendimiento, con todo su poderío y a la mayor brevedad posible. Aún antes de acercarse, Enrique puede sentir la suavidad rugosa de la piel y el olor dulzón que se desprende del glande desnudo casi en su totalidad, como si faltara cáscara para cubrir ese fruto de tallo tan espléndido. acostumbrado a hablar frente al silencio, comienza a describir con lujo de detalle y entre signos de admiración exagerada, primero las características evidentes del producto, y luego todo lo que sería capaz de hacer con esa verga adormecida, a saber: pasear su lengua sobre ella, despaciosamente, con la misma pulcra precisión que un ama de casa pasa la bayeta húmeda por los artefactos de la cocina; cómo investigará tiernamente el pequeño orificio que corona el glande, y sin prisa alguna, se deslizará por los costados reconociendo venas y latidos hasta llegar a los huevos magníficos, y casi tomándose un respiro, jugar con ellos uno a uno, envolviéndolos con su saliva; finalmente, permitirle que penetra poco a poco, sea da u todavía laxa su boca, que, hecha de agua frente a un manjar tan delicioso, la recibirá feliz, sintiendo cómo crece dentro y gana suavemente terreno hacia la garganta; cómo al instante, en un juego inocente, la arrojará otra vez fuera, para que el miembro enardecido trate de meterse, luchado por llegar en un solo movimiento a lo más profundo.


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