
Fragmento extraído de la novela
El cordero carnívoro
de Agustín Gómez Arcos
Me han dicho que desde muy pequeño duermes con tu hermano (mamá-chivata) Sí padre. No es que sea excesivamente grave, teniendo en cuenta el parentesco que os une, Pero… ¿No has notado nunca a través del pijama, algún contacto, a lo mejor extraño, entre tu cuerpo y el suyo? / Dormimos sin pijama, padre. Los tenemos, de seda, con nuestras iniciales bordadas, y hechos a medida. Pero no nos los ponemos. Es un pecado de vanidad y de lujo inútil, que quería confesar. / No es muy peligroso para la salud del alma, hijo. A través del calzoncillo… ¿algo que te haya sorprendido, incluso repugnado? Tu hermano es mayor que tú y está mucho más desarrollado. / Sin calzoncillos, padre/ Sí / ¿Los dos? / Sí, desde siempre. ¿Quiere que le cuente cómo he visto con mis ojos de niño el sorprendente desarrollo de mi hermano? / No, Y… ¿te quiere mucho? / Sí, padre, ¿Es pecado? / Puede, hijo mío, puede. Depende d el amanera de dormir. Los actos aparentemente más inocentes, a veces, los dicta el diablo, que es un malandrín. / Entonces se lo voy a contar, padre, Y usted verá qué le parece. Soy muy miedoso. Desde que era un crío. Y muy friolero. Mi hermano debió de darse cuenta y, desde que yo era un bebé, me metió en su cama. Y nunca más me dejó en la cuna. Además, yo me ponía a chillar cuando, para hacerme rabiar, lo intentaba. / ¡Intentaba qué, hijo mío? / Meterme en la cuna / Ah, simples pecadillos de niño mimado. Y… de vez en cuando ¿se le transforma algo a tu hermano? / De vez en cuando, no, padre, Todas las noches. / Explícate, hijo mío / Es que no sé exactamente lo que usted quiere saber / Todo, hijo mío. En una confesión, uno debe decirlo todo / vale padre, a veces no me apetece. / ¿No te apetece qué, hijo mío? Sentir miedo o frío dos veces en la misma noche. ¿Dos veces? / O tres/ ¿pero tú te das cuenta de lo que dices? / ¿Cuenta de qué, padre? / ¡Del modo que tiene de calentarte, hijo! ¡Ah, sí! ¡De eso sí que me doy cuenta, padre! A los diez minutos, ya estoy sudando. Me aso. Es mucho mejor que la gimnasia que hace él solo. Suda más que cuando hace sus ejercicios. Siempre se lo he dicho. / ¿Conoces, por casualidad, la palabra “fornicación”, hijo mío? / No padre, Lo siento, Sin embargo, sí que conozco la palabra “amor”. Me la enseñó mi hermano. A propósito, padre: ¿lleva usted pantalones o calzoncillos bajo la sotana? / Por qué me lo preguntas, hijo mío? Porque se empalma usted, como mi hermano cuando estoy a su lado./ ¿Quieres comprobarlo por ti mismo? / No padre, No estoy en la postura adecuada, así arrodillado. Tengo la nariz casi encima, y huele mal. Se ve que no se lava usted. Mi hermano sí que se lava. Huele bien… por todas partes.
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