26.9.11

TANTALIDES




Un poema de Manuel Francisco Reina


I

Cada latido de tu boca
es un deseo clavado en mi pecho.
Es un aroma la flor abierta de tus labios
cubiertos de sal. Enigmas, los sueños
de espejo de tus ojos permeables.
Un posible de imposibles
la conquista de tu carne.

II

Inundar y someter ya todos tus escollos.
Chocar contra tus dunas una y otra
otra y una, vez y vez, ola y ala,
espuma y luna, sonrisa y caricia,
delta y marisma, la cueva y la ternura,
violencia y cansancio, pasión y espasmos,
labio y dureza, frontera y orgasmo.
Y convertirme en esa arena para escurrirte
entre dedos del tiempo venidero.


III

Amasarte muy lento el amor con la sonrisa.
Desde tu boca pulverizarte en los huesos
intensamente bronceados de luna.
Morder tu espalda tiernamente,
poseyendo las alas amplias de tu latido.
Y contarte una historia muy antigua
para dormirte a mi lado
y que la luz te sorprenda mañana
tenuemente cándido a mi pulso sometido.


IV

Sin más sonríe.
muestra la carnosa pulpa de su fruto hermoso.

Tan ajeno a mí vive,
sin sospechar mi asedio,
que la lluvia pasea luz acaramelada
por los resquicios de uss curvas.

Y mientras no me ofrezco
el silencio esboza idea de idilio
sublime y no consumado.
Nunca el castigo de un hambre y sed eterna,
calcinándose en otra orilla de un desencanto,
y tu cuerpo escuálido para el goce,
entregado ala molicie de la inútil nada.


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