15.4.09

ATADA A UN GRANITO DE ARENA


Fragmento extraído del libro
Loco afán de Pedro Lemebel


Apenas una toalla, unas gafas, un bronceador barato y un libro para pasar por culta. Para mirar sobre las páginas ese zoológico playero, esa colección de músculos desnutridos que nos ofrece el horizonte de nuestros balnearios populares. Pero aún así, los Apolos proletas nos deleitan con su shorcitos y blue jeans cortados. Mostrándonos su cuerada mapuche, su pellejo morocho, casi al alcance de la mano, cuando saltan, juegan y brincan zangoloteando el racimo en nuestras narices. Como sino supieran que la loca está expuesta al infarto cardíaco ante tanta maravilla. Más bien lo saben y acentúa esos movimientos de pelvis al chutear la pelota. Se rascan y rascan las bolas sacudiéndose la arena, diciendo: “Cómo te gustaría ser ese granito enredado en la pendejada juvenil. Cómo te gustaría ser la gotita de mar que brilla suspendida en ese pelo del pubis. A punto de caer, a punto de resbalar ombligo abajo, vientre abajo, en busca de la anguila que duerme en los pliegues del traje del baño” A veces sólo basta ofrecerán cigarro, una cerveza para refrescar la brasa solar. Preguntar: ¿qué andai haciendo? No tenís donde quedarte? Entonces todo se hace fácil al saber que el pendes anda de vago por todo el litoral central. Que salió con lo puesto a carretear la aventura del verano. Y sólo quiere que le paguen el vacilón de sus favores erectos. Así, el verano resplandece para la loca que venía solamente a vitrinear, y de pronto, casi sin quererlo, se encuentra con esta liquidación de temporada, tan barata, tan económica en las miles de acrobacias que le pide al chiquillo para complacer su lujuria, su delirio de sirena caliente que le da huasca al cabro toda la noche.


El verano coliza es para eso, sobre todo en Cartagena, donde se junta la manga de adolescentes vagabundos que buscan en las vacaciones una aventura peluda que contar. Un desvío gay para matar el hambre (dicen ellos) Una semana a cuerpo de rey, corriéndosele al cola cuando se pone cargante (insisten en mentir) Cuando le da por agarrarle las piernas quemadas y tirarle los cueritos (ellos le sacan la mano, dicen) Pero la verdad, es difícil detener la mano lagarta del billete. Esa mano peluda que paga las Coca-Colas en la arena, la de pisco en la noche, y las fichas de flipper y taca-taca en la terraza. Es difícil chantar esa mano hambrienta deslizándose bajo el blue jeans. Sobre todo al alba, cuando hace frío y el pendes está cansado de dormir en la arena mojada, con los pacos que andan como perros deteniendo a los mochileros. Cuando la pieza está calentita y todavía media botella de pisco para tomarla en la cama, justo antes que empiece la función. Para hacerse el leso, el curado que no sabe dónde lo mete. Pero el chico sabe y le gusta horadar esa caverna submarina. y en el fragor de esa tormenta, rodando entre las sábanas de vuelta y vuelta, ni sabe cómo en el descuido un mástil lo atraviesa de proa a popa, y a pesar del dolor, él se queda quitecito gozando esa dureza (eso que nunca lo va a contar)

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