17.3.09

VIVIR EN PAREJA

Fragmento traducido del catalán y extraído
de la novela Un amor fuera de la ciudad
de Manuel de Pedrolo

No obstante, todavía era joven, sólo tenía veintiún años. Él tenía dieciocho y era un chaval gentil, hijo de un contratista de obras en tarragona estudiaba ciencias químicas y vivía hospedado. Sólo hacía un mes que lo conocía cuando murió su madre, a consecuencia de una fiebre tifoide, que el médico no supo diagnosticar a tiempo. Mi padre, como es natural, continuó viajando, y después de unas vacilaciones decidimos, que era conveniente conservar el piso donde yo dormiría, abonándome a un restaurante para las comidas. La idea de vivir juntos, sin embargo, surgió de Quimet. De primeras propuso instalarnos en la misma casa, a lo cual no accedí por una especie de pudor que siempre me ha obligado mantener lejos de los mío, del ambiente familiar, las relaciones concretas durante aquellos años. Sin embargo, como la idea me seducía, finalmente decidimos alquilar un ático. Seguí, pues una especie de doble vida, ya que los sábados, volvía a nuestro piso, donde permanecía todo el tiempo que estaba mi padre en la ciudad. ¿Es necesario que te diga que nunca sospechó nada? Los primeros meses de nuestra vida en común transcurrieron plácidos y agradables. Por primera vez encontraba en la persona de Quimet, un amigo realmente interesante, y en honor a la verdad, aquel periodo cuenta entre los más felices de mi vida. Nada más salir del trabajo corría hacia casa, con la impaciencia del casado que durante todo el día ha añorado a su mujer. Él ya me esperaba, no menos impaciente que yo, la habitación escrupulosamente ordenada, todo preparado para unas horas de convivencia lana y al mismo tiempo apasionada. No siempre quedábamos en el piso, a veces, sin embargo, salíamos a pasear, o asistíamos a algún espectáculo antes de ir a cenar. las noches, en cambio, casi siempre las pasábamos en casa, recogidos en nuestra intimidad, que no era solamente la del sexo, sino que se extendía a muchas otras cosas, a una comunidad de intereses de carácter espiritual, a un acuerdo de gustos y hasta podría decirse de ambiciones, a una afinidad de temperamentos que nos unía.

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