11.3.09

UN CUADRO DECADENTE

Fragmento extraído de la novela
El sol de la decadencia
de Luís Antonio de Villena

La tela lo muestra mayor, pero con un raro fulgor joven por dentro (en el brillo de los ojos), sentado en un sillón barroco, con algo de caracol marino, y con uno de sus más sofisticados quimonos. El parecido es fotográfico, salvo por un aura como mágica y explosiva que lo recorre todo. Es como si del conjunto fuera a brotar de un momento a otro una iluminación, una chispa especial, un mensaje transmutador, alquímico, cuyo contenido está en la luz. Quizá la esencia de esa relación doria, entendida como un mundo distinto y otro. Una alternativa a lo habitual y mediocre. Alrededor, y de pie, cinco muchachos desnudos. Uno de ellos (el más moreno era amigo de Cadmus. Un mulato deslumbrante. Los demás, blancos o dorados, no menos bellos, de cuerpos apretados y atléticos, musculazos por el viento y el agua, sedosos y rocosos. La ensoñación de un reino. Uno mira al frente, como si presenciase una antigua batalla naval, y otro deja caer su cabello, como susurrando, sobre los hombros de Alfred. Otros dos se diría a punto de besarse, casi ya enlazados por la cintura. La quimera de una palestra juvenil regida por un pope, un santón, a quien todos aman, sin excluir otros amores. Luz, belleza que esplende y un jardín amazónico.

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