6.3.09

KAROL Y KADER


Fragmento extraído de la novela
Las noches salvajes de Cyril Collard


Carol y Kader eran los primeros vestigios de mi vida amorosa pasada. Conocía a Carol desde hacía ocho años. Nos habíamos conocido en una estación de esquí, ella los había aceptado todo pensando que así me quedaría con ella: mi deseo por los chicos; mis primeros amantes; efebos transparentes; todo lo que había venido después, imbéciles arrogantes; mis fantasmas sexuales que yo había creído que ella compartía, y que de hecho, le habían supuesto malos tragos insoportables. Su juego era arriesgado, había perdido: ya casi no nos veíamos y la idea de acariciarla o de hacer le el amor me daba asco. Kader era bello. Era argelino, tenía dieciocho. Hacía dos que nos conocíamos. Yo salía del cine de la plaza Cliché; había empujado la puerta y él estaba detrás a mi lado, sonriendo bajo el sol de junio. Llevaba una camisa de flores. Me había preguntado la hora. Guardaba bellos recuerdos con Kader: noches de amor en las que él me tomaba y yo gritaba de placer; rocas en la orilla del puerto de Antibes donde habíamos dormido bajo las estrellas; su cuerpo luchando contra las olas del fondo del océano mientras yo le esperaba encima de la arena de la cámara del Amor. Pero estaba demasiado ocupado vigilando el momento de alejarme para medir el vínculo que nos unía. Al principio el sexo exaltaba nuestro amor; después se confundió. Más tarde vino la amenaza de la enfermedad. No dije nada a Kader de los terrores que me obsesionaban, pero, sin ninguna explicación, cada vez me daba menos a él. Tenía miedo de contaminarlo, miedo a que él me contaminara si es que no había pasado ya. Nuestro amor se fue disgregando lentamente y tuvo que pasar por la prueba del viaje. Acompañé a Kader a Argelia. Volví sin amor; con un amor más bien arrasado, como el terremoto derrumbando las casas de El Eslam donde había nacido.

No hay comentarios: