16.2.09

LOS ESTETAS

Fragmento extraído de la novela
El sol de la decadencia
de Luis Antonio de Villena


Los estetas tienen un peculiar sentido del amor, si puede llamarse así, a ese afecto. Quizá no aman – porque la belleza propiamente tal es inamable, sino que se deslumbran. Como un sol cegador ciertas mañanas de verano. El esteta es un adorador un coleccionista, raramente un amante cabal. Y tendrá muchos dioses, porque en el fondo busca siempre al mismo dios, uno e invariable, pero magníficamente plural. ¿Saben amar los estetas? ¿Paliar la decadencia de su propia belleza en otros muchachos bellos y pagados, pues la belleza es interminable y se sucede, magnánima y cruel a sí misma? Un atleta, no es necesariamente un compañero. A menudo es un ideal. Una imagen que se carnaliza. Un deseo. Y acaso también una perspectiva hacia un mundo distinto. Un dios menor, si cabe decirlo así, que simboliza y da consistencia fugaz a un inmenso y posible reino futuro. Sobre la juventud. El exceso y la pasión son su ardiente medio de cultivo. Por eso puede haber enamorados de la juventud, como un dios en sí, que principia y acaba, sin continuidades. En una atmósfera resplandeciente, somos enamorados de una burbuja de maravilloso vidrio, una burbuja dorada que ignora la caducidad. Eso es, el joven lo ignora todo, sabiendo. Es un dios y es lo ideal. Se sucede a sí mismo y no se posee nunca. Es posible que la homosexualidad se salve. Debe salvarse y lo hará por encima de todo. Ya apuntan signos. Los esteticistas no se salvarán nunca porque no lo desean. Aman la belleza del dorado muchacho imposible. El mismo y mil distintos. Cada día podrá llegar uno diferente y no servirá ni saciará del todo. No agota la sed. Nada posible la calma. Dadle lo que queráis. Siempre faltará lo imposible. Siempre otro peldaño. Hasta el futuro día solar de las idas platónicas.

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