
Un poema traducido del catalán de Gaspar Jaén
¿Quién besará ese cuerpo, tan grato a la caricia,
que yo amé a escondidas y en las sombras,
ateridos de frío, en medio de la sierra?
Cerca había hogueras de hierros y neumáticos;
en tus manos duras, sólo restos de grasa;
un raro horror brotaba del fondo de tus ojos.
La Nochebuena era, la luna casi llena,
el camino de Castilla empapado de plata:
hierbas, orillas y acequias echaban sombras, cual fantasmas;
almendros, piedra seca; la ciudad negra al sur;
en la noche, lejana, la luz de algunas casas.
Mas ¡ay!, sólo serás un nombre en el papel,
una mancha de tinta, una sarta de versos,
una suave mariposa pinchada con un aguja.
Nada quedará vivo de aquellos días, cuando
sólo oir que me hablabas me alegraba en colores
el principio del día, y tu presencia
me traía aire fresco de limón, primavera,
cestos de frutas maduras, los colores del mar,
cuando el frío se acercaba a mi casa, una casa
que, contigo, ya no se abrasaría en la oscuridad.
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