9.5.11

LOS JOVENES MILICIANOS


Fragmento extraído de la novela
Pompas fúnebres de Jean Genet


Era como los jóvenes milicianos franceses cuya alma se exaltaba al sentir la chaqueta un revólver cargado. Desarrollaba sus músculos, ya duros, de por sí. Era menester que su tuviera la forma de su cuerpo, su complexión íntima y delicada. Los músculos, todas esas bolas nerviosas y vibrantes, son los brincos y la trepidación de sus acciones. Aquella rebeldía no era violenta como la vibración de los músculos de la corva sino como la forma de éstos, aquella curva, aquella plenitud, opulenta, sin fallos, el encabalgamiento de una línea sobre otra, el perfil combado de una pantorrilla de hierro, regido por un audaz acenso de carnes prietas. Tan turbulenta resultó su deserción como sus hombros, y un crimen que cometió tuvo la forma misma de su cuello. Intrépido y ansioso por conmover al mundo, bastaba que Eric se rodeara ese cuello único con ambas manos, anchas y gruesas, para sentirlo como una columna sólida que sostenía el mundo, le elevaba la cabeza y el ser e iba más allá del mundo.

Me gustan los chavales de trece o quince años. Me gusta su dulzura. Los amo porque odio al verdugo, que es lo contrario de ellos. Amo en ellos lo que fui: un niño rubio, de ojos claros y boca seria. También me resultaban muy ajenos. Yo soy un hombre. Un hombre con botas. Mi mirada está a distinto nivel que la suya: para verlos, la bajo. Me inspiran ternura. Para mira al verdugo, levanto la cabeza. Quisiera ser un cabrón redomado y matar a quienes amo, a los adolescentes hermosos, para conoces, mediante un dolor mayor, mi más profundo amor por ellos. En medio de ese dolor, quisiera descubrir la presencia luminosa de la libertad.

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