30.5.11

LOS APUROS DEL NOVICIO




Fragmento extraído del conjunto de relatos
Alevosías de Ana Rossetti

Sintió, a través del olor de lana y cera del ambiguo hábito, la recóndita esencia de su hombría, fugaz en un principio, pero después presente atroz, con la persistencia del remordimiento. Sintió el tibio tacto de su ropa anunciándole los misterios de su omitida corporeidad. el lugar donde se empinaban sus menudos pezones, la espalda como una explanada dividida. Sintió trepar por sus piernas calambres desconocidos, punzar en sus ingles minúsculas bajas, descender por su vientre un imparable borbotón de lava, condensarse el fuego en sus bolsas gemelas y hasta ahora ociosas. Sintió centellear en su innombrado miembro una culebra rápida y candente, haciéndolo estremecer con impulsos rítmicos y precisos como látigos, enarbolándolo, destacando el grueso trazado de sus ríos como las vetas de un ágata. Sintió un asfixiante oleaje invadiendo sus pulmones, un acelerado tambor resonando en las encrucijadas de sus venas, un sutilísimo vendaval agitando las enramadas de sus nervios. Atónito, en el centro de la tempestad que se agitaba a su alrededor, incapaz de replegar su ímpetu, sintió un enervante desmayo, una insoportable e insaciable agonía, una pavorosa exaltación, una audacia, una ajena determinación en sus manos inhábiles que las sepultó en sus embozadas ingles entregándose derribado, precipitado al fin y a la perdición. Y una lívida palmera estalló su salva en medio del atormentado torbellino, cruzando la red de los aullidos de una bestia azotada, trazando su limpia verticalidad entre los azorosos vaivenes de la desesperación y los demoledores temores al escarmiento.

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